El laberinto sin fin [Sola] [En construcción]

por **Hikari** Mar Mayo 28, 2013 12:29 pm

El tercer piso era el lugar más extraño en el que había estado de todos en el mundo de SAO. Un lugar bastante lúgubre, triste, alicaído, como los ojos de una persona cuando discute con su mejor amigo. Tenía un clima bastante frío y había estado nevando desde que llegué allí. El Sol a penas hacía acto de presencia, escondido tras una gran maraña de nubes negras que daban miedo sólo de verlas. Caminaba alerta a cualquier peligro que pudiera aparecer, pues aquel lugar precipitaba dicha situación.

— Hola, niña. — susurró una voz detrás de mi.

El susto que me llevé sólo fue comparable a la vez que estuve una hora buscando el teléfono móvil para que al final estuviera en mi bolsillo. Me giré rápidamente para no dar la espalda al emisor de aquellas palabras. El susto fue tal que incluso había desenvainado la espada sin darme a penas cuenta y apuntaba con ella directamente al entrecejo del hombre que se plantaba delante de mi. Iba vestido de arriba a abajo con una túnica de color negro. La cabeza la tenía tapada con la capucha de la túnica, aunque se podía diferenciar los rasgos de una persona anciana. Tapaba sus ojos con unas extrañas gafas, como el que tapa una flor por timidez o vergüenza. Su bigote era prominente, con dos extensiones que caían por cada lado de la boca. Era alguien bastante extraño, así que, aunque envainé la espada, no bajé la guardia.

— ¿Quién eres? Habla. — ordené, aún con cierto temblor en mi voz.

El hombre sonrió de medio lado y soltó una leve carcajada. Parecía que le divertía aquella situación, lo cual me hizo ponerme más alerta. ¿Quizá alguna trampa? ¿Emboscada? No podía permitir que me pillara por sorpresa, así que di un par de pasos atrás.

— Tranquila, niña. No tienes de qué asustarte. — dijo el hombre, en voz algo más alta que antes, moviendo su mano bajo la túnica.

¿Qué coño está haciendo?, pensé.

Esa pregunta fue contestada casi al instante. De debajo de la túnica salió una de sus manos con un pergamino enrollado en ella. Me miró fijamente a los ojos mientras extendía el pergamino. En él había dibujado un mapa de algo que parecía un bosque. El hombre sacó la otra mano y señaló un punto en el mapa. Me acerqué a él para discernir su mensaje mejor.

— Éste es el Bosque de los Misterios. — comenzó el hombre a explicar. — Mi nieta ha entrado esta mañana en él y no ha regresado. Tengo miedo de que le haya pasado algo. Cuenta la leyenda que, una vez que entras, la entrada se cierra, y sólo queda ir hasta el otro lado.

No hacía falta que aquel hombre me dijera más. Entraría en ese bosque, encontraría a la pequeña y saldría de allí.
El hombre me señaló con el dedo hacia un camino entre los árboles. Supuse que aquella era la entrada. Comencé a correr hacia allí. Cuando estaba a punto de adentrarme por completo, oí al anciano que me gritaba algo, aunque no pude entender bien qué era.

— Cuidado... Jinete...

No me paré a pensarlo. Debía salvar a la niña.