Misión - Miel de Abeja [Tora]

Conforme pasaba el tiempo, el nivel iba aumentando en el joven de gafas oscuras. Su versatilidad en los campos de habilidades aumentaba, y las misiones le daban cada vez más oro que guardaba con ansiedad en su inventario. El siguiente paso le llevó a aceptar una misión en la ciudad Torubana, la cuál consistía en conseguir diez objetos llamados "Miel de abeja", de una pequeña colmena de dichos animales situados a las afueras de la ciudad. Dichos enemigos medían diez veces más que una abeja normal, y no por ello iban a ser igual de mortíferos. Ahí es donde comienza nuestra historia, donde el joven de ojos violetas da el primer paso para entrar en lo que sería la cueva del objetivo: la colmena de abejas. Un lugar lleno de tierra, oscuro y, por supuesto, peligroso. Ya conocía esta misión de la prueba Beta de SAO, y cabía decir que había que ser muy insistente para lograrla. ¿El principal motivo? No todas las abejas soltaban el ítem requerido para cumplir la misión, puesto que había un dropeo (o porcentaje de obtención) cercano a un ochenta por ciento. Esto quiere decir que hay un 80% de posibilidades de que al matar a una abeja, esta suelte la miel que se está buscando. Y para colmo, hay que reunir diez de esos objetos de misión. Pero al menos el rango de dropeo era alto, y la misión tenía un extra que era bastante interesante: conseguir miel de la Abeja Reina. Todo ello consiguió que el chico se preocupase por realizar la misión, puesto que además de ganarse un dinero extra, podría conseguir algún objeto interesante que le ayudaría en un futuro si se veía en problemas. Por tanto, este es el comienzo.

Tras haber solicitado con anterioridad la misión a un alquimista de Torubana, nos trasladamos a la entrada de la cueva, que es el lugar donde actualmente se encuentra nuestro querido amigo. Allí, con su espada desenvainada y preparado para comenzar, dio el paso inicial. Ya había preparado una pequeña estrategia a seguir para completar la misión: derrotaría a más abejas de las necesarias, para asegurarse que conseguía el mínimo de mieles e incluso más. Una vez que todo estuviera listo, se dirigiría a terminar con la Abeja Reina, y si había suerte, cumpliría el extra. Por tanto, su silueta se fue perdiendo a cada paso que daba en la oscuridad infinita de aquella colmena. Los zumbidos de las abejas resonaban en sus oídos, y no tardaría mucho en encontrarse con el que sería su primer objetivo. Una abeja de unos 30 centímetros de longitud salió a su vista, siendo cortada por su eje horizontal de un tajo rápido del chico. Cayó al suelo con un pequeño brillo, señal de que mantenía en su poder un objeto que podía ser extraído. - Veamos qué es lo que tienes para mí - Dijo rebuscando dicho objeto del interior del cadáver de la abeja. Una vez que dicho objeto se encontró en el inventario del peliazul, la abeja simplemente se desintegró en datos. Y así sería con todas las demás abejas que se encontrase en el camino. Pasos más adelante, una segunda y una tercera le obstruyeron el paso, mas de un corte diagonal y otro descendente la barra de vida de dichos enemigos pudo darse por finalizada. Tras recoger los objetos de su interior, el chico de ojos violáceos siguió hacia el interior de la cueva-colmena, derrotando a una cuarta, quinta y sexta abeja. Con tal de asegurarse el número mínimo de Mieles que había que conseguir, derrotaría a más abejas de las necesarias, además de que así podría obtener más experiencia de combate.

Llegó a una intersección, la cuál no recordaba de la prueba Beta. Sin embargo, empleando meticulosamente el minimapa, escogió el camino de la derecha, encontrándose con una séptima y octaba abejas. Una de ellas consiguió herirle un poco antes de terminar con sus existencias de dos tajos en forma de equis consecutivos. Su vida se recuperó poco a poco gracias a su regeneración, que aumentaba por cada nivel que ascendía. La novena, décima y úndécima abejas salieron a su paso cuando descubrió que el camino de la derecha no llevaba a ninguna parte y regresó para tomar el camino del medio. Tras rodar varias veces por el suelo, esquivando los aguijones de dichos enemigos, lanzó varias estocadas frontales, verticales y descendentes, que hicieron caer a las abejas. Recogiendo los objetos dropeados y pasándolos a su inventario, dio otra vez la vuelta, puesto que el camino del medio también estaba cerrado. No le quedaba más remedio que seguir por el camino de la izquierda, el último en cuestión. Las abejas número doce, trece, catorce y quince le estaban esperando con los aguijones en ristre. Tuvo que bloquear dos de ellos con el filo de su hoja, pero los otros dos se clavaron en cada pierna. Sentía cómo se resentían, tal vez tuvieran algo de veneno. No pudo entonces reprimir un leve grito de dolor, acompañado de una expresión facial de asco y unas palabras que salieron de su boca. - Argh ... Mierda, malditos efectos de estado - Farfulló mientras seguía enarbolando su arma con el fin de derrotar a todos los enemigos que tenía delante de él. El joven de pelo oscuro con vetas azules dio un salto y realizó un corte giratorio, derrotando a tres de las cuatro enemigas que se habían cruzado en su camino. La última cayó ante una estocada realizada con fuerza que se clavó en su torso inferior. Mas para descansar unos instantes, se paró en seco y esperó a que el efecto del veneno de los aguijones terminase de funcionar, mientras que su regeneración de vida le iba curando poco a poco.

Cuando el veneno dejó de hacer efecto y el chico se vio preparado para continuar con la misión, recorrió el camino que había tomado para ir por la izquierda, llegando a una nueva intersección de únicamente dos caminos: izquierda o derecha. Esta vez continuó por el de la izquierda, encontrándose a las abejas número dieciséis, diecisiete y dieciocho cerca de unos pequeños cubículos en los que fabricaban miel. Moviéndose rápidamente, no dio oportunidad a una de ellas ni siquiera de verle: lanzó una estocada que la atravesó por su eje longitudinal. Las otras dos, ante tal movimiento, se dirigieron directamente a por él, con los aguijones por delante. Echándose hacia atrás y empleando su espada como método defensivo, apartó ambas armas enemigas y rotó sobre su propio eje para acabar a la espalda de una de ellas, derrotándola con un corte ascendente. La número dieciocho volvió a atacar, pero esta vez se encontró con el filo de la espada del peliazul, el cuál enarboló su arma para desviar el aguijón hacia arriba. La abeja clavó su extremidad en el techo, siendo incapaz de sacarla, momento que aprovechó el chico para rebanarla horizontalmente. Después de las operaciones de recolección necesarias, continuó el camino, encontrándose a las abejas número diecinueve y veinte. Sin darles ni un tiempo de respiro, se abalanzó hacia ellas y las cortó a ambas de un mismo tajo horizontal, para agacharse instantes después y recoger los objetos que habían dropeado de su interior. Con veinte abejas derrotadas era bastante, o al menos eso era lo que él pensaba. - Bueno, creo que es hora de ir a por la Reina de esta colmena - Dándose la vuelta y regresando a la intersección anterior para recorrer el camino de la derecha, puesto que el que había tomado en un principio era un camino sin salida.

Ninguna abeja pequeña encontró en el camino hacia la sala final. Solo el crepitar y chirriar de una voz bastante horrenda era lo que escuchaba. Y cuando sus ojos divisaron la nueva zona de aquella caverna, se dio cuenta de lo grande que era su siguiente objetivo. Si bien una abeja normal era diez veces más grande que una en la vida real, podríamos apostar a que una Abeja Reina de Aincrad era parecida a un elefante en la realidad. Pero eso no detuvo al joven de gafas oscuras, que blandía su espada únicamente con la mano derecha. Su expresión facial mostraba serenidad y seriedad, mientras que lanzaba una pequeña piedra para llamar la atención de dicho jefe. Un rugido ensordecedor llegó a sus oídos cuando la Reina se dio cuenta de su presencia, abalanzándose sobre él. Rodando por el suelo justo a tiempo, el aguijón se clavó en el suelo, momento que aprovechó para lanzar varios cortes al torso del enemigo, mermando su salud. Pero esta consiguió sacar el aguijón a tiempo, y lanzó un rápido ataque hacia el estómago de nuestro héroe, el cuál fue lanzado hacia atrás con fuerza, chocándose con la pared. La barra de vida bajó hasta que el verde normal pasó a ser amarillo sucio. El ceño del joven se frunció, y sus únicas palabras fueron. - Vamos a terminar esto - Limpiándose el polvo de la ropa. Otra vez había entrado en estado de veneno, y dicho efecto se peleaba contra la regeneración de vida para dañar su barra de salud. El chico alzó su espada a la altura de su hombro derecho, mientras que la hoja de la espada de doble filo comenzaba a brillar con unos toques azulados, muy parecidos a los de su cabello. Con rapidez, se lanzó a por la reina, dando un gran salto segundos antes de que el aguijón se clavase en su posición. El joven cayó, mientras que la hoja imbuida de poder rebanaba a la reina por el eje vertical, haciendo que exhalase su último estertor antes de caer muerta. Recogiendo el objeto, soltando un gran suspiro y relajándose, el chico se preparó para salir de ese lugar atestado de infames alimañas.

La espada se encontraba enfundada, y el joven de ojos violáceos y gafas oscuras se encontraba andando plácidamente de vuelta a Torubana, con su interfaz de usuario abierto y observando los objetos que había conseguido dentro de la cueva-colmena en la que había expuesto su vida. Una pequeña sonrisa nació de la boca del chico, puesto que poco a poco estaba completando las misiones del primer piso, y pronto estaría suficientemente preparado para ascender. Sin embargo, todavía quedaba mucho camino para ello, y mucho más para terminar SAO. Pero a pesar de todo, aunque su vida estuviera en constante juego, tenía una sensación agradable en su interior. Se sentía vivo. Y como no quería tardar mucho más en reportar el desenlace de su aventura, se apresuró y corrió por las praderas exteriores de Torubana. Al cabo de unos cuantos minutos, pasó corriendo por debajo del arco de entrada, y se dirigió hacia el Barrio de los Alquimistas. Allí se encontraba su NPC asignado, el alquimista que le había encargado encontrar un total de diez mieles de abeja para preparar un ungüento curativo. Acercándose a él con una sonrisa, desplegó su inventario y le señaló. - Ten, esto es todo lo que he encontrado - Mientras que su voz denotaba un poco de simpatía. El alquimista aceptó todos los objetos que había obtenido el chico en aquella reciente gesta, y le dio el oro y experiencia que le prometió antes de tomarla. Con un nuevo suspiro y un apretón de manos debido a un buen negocio, el joven se dio la vuelta, preparado para embarcarse en una nueva aventura. ¿Pero dónde? Eso todavía estaba por descubrir.